Ricky Van Shelton: La voz inconfundible del country clásico.
En los polvorientos caminos de Virginia, el eco de la música country ha resonado por generaciones. Pero pocos cantantes han logrado darle la calidez, la fuerza y la autenticidad que caracterizan a Ricky Van Shelton, uno de los artistas más emblemáticos del género en las décadas de 1980 y 1990.
Nacido el 12 de enero de 1952 en Danville, Virginia, Ricky Van Shelton creció rodeado de los sonidos del country tradicional y el gospel sureño. Era el hijo de un predicador baptista, y su infancia estuvo marcada por la música de la iglesia y las baladas de Hank Williams, George Jones y otros pioneros. Fue allí donde, casi sin saberlo, forjó el estilo íntimo y apasionado que conquistaría al público años más tarde.
Pero el camino al éxito no fue fácil. Tras mudarse a Nashville en 1984, Shelton trabajó en diferentes empleos para sostenerse mientras perseguía su sueño. Fue la perseverancia—ese rasgo casi obligatorio para todo artista country genuino—lo que finalmente le abrió las puertas. En 1986, firmó con Columbia Records, y poco después llegó su gran oportunidad.
Su álbum debut, Wild-Eyed Dream (1987), fue un éxito arrollador. Canciones como la propia “Wild-Eyed Dream” y “Somebody Lied” treparon a los primeros puestos de las listas, consagrando a Shelton como uno de los nuevos rostros del neotradicionalismo country. Era un movimiento que rescataba el sonido clásico en tiempos en que el pop-country amenazaba con diluir la esencia del género. Su voz profunda, rica en matices emocionales, se convirtió en su sello inconfundible.
El éxito continuó con discos como Loving Proof (1988) y RVS III (1989), ambos certificados multiplatino. Shelton encadenó sencillos N°1, incluyendo “Life Turned Her That Way”, “From a Jack to a King” (un cover impecable del clásico de Ned Miller) y “I’ll Leave This World Loving You”. El público lo adoraba no solo por sus canciones sino por su honestidad desarmante: Shelton se mantenía fiel a sus raíces, orgulloso de cantar sobre amor, desamor y redención sin artificios.
A principios de los noventa, su carrera siguió siendo fuerte con álbumes como Backroads (1991) y Greatest Hits Plus (1992), pero su vida personal enfrentaba tormentas. Shelton luchó públicamente contra el alcoholismo, una batalla que terminó por eclipsar su popularidad en un momento en que la industria country viraba hacia sonidos más comerciales.
En un acto de valentía y humildad, Ricky admitió sus problemas y se apartó del foco para reconstruirse. Aunque el éxito comercial se fue apagando, nunca dejó de ser una referencia de integridad artística. Publicó discos más personales de manera independiente y siguió haciendo presentaciones para sus fieles seguidores. Su legado permanece como un recordatorio de la autenticidad que definió al country tradicional.
Hoy, Ricky Van Shelton está retirado de la música, viviendo una vida más tranquila y lejos de los reflectores. Pero su voz sigue sonando en las radios, en las colecciones de vinilos y en la memoria de quienes crecieron con sus baladas. En una época de constantes reinvenciones, Ricky Van Shelton sigue siendo ese raro artista que nunca necesitó disfrazar sus sentimientos. Para muchos, su música no es solo country: es pura verdad.